Historia General del Pueblo Dominicano Tomo II
74 /DV 'HYDVWDFLRQHV GH \ En opinión del letrado, las despoblaciones debían suspenderse durante un año para que, enterado el rey, adoptase otras medidas menos drásticas, HYLWDQGR DVt TXH OD FRORQLD GH 6DQWR 'RPLQJR IXHVH OD SULPHUD HQ ©VDFXGLU GH OD FHUYL] HO \XJR GH QXHVWUR LPSHULRª /D VROXFLyQ GH ORV UHVFDWHV QR FRQVLVWtD en destruir las villas de la banda norte, sino en vigilar las costas con bajeles armados. El control de los mares, y no otra cosa, era la clave para la conserva- ción de todos los territorios ultramarinos. /RV SXHEORV GH OD EDQGD QRUWH QR WHQtDQ OD H[FOXVLYLGDG GH ORV UHVFDWHV Había otros marítimos no menos culpados en ellos, incluyendo la ciudad de Santo Domingo y, por lo demás, aunque se devastasen todos siempre seguirían las contrataciones ilegales. Hasta los asentados enMonte Plata y Bayaguana po- dían hacerlo, pues a cuatro leguas de ellos había un puerto donde los corsarios recalarían. En lugar de la seguridad que se les dio a los vecinos de esos pueblos de que serían llevados a los nuevos sitios sin incomodidades ni trabajos, fueron forzados a partir en el término de 24 horas, pasadas las cuales se puso fuego a sus viviendas, hatos, estancias e ingenios, dejando a las mujeres, niños peque- ños y recién nacidos, así como doncellas, en medio del campo con solo la ropa que tenían puesta y obligándolos a marchar por caminos ásperos y difíciles en plena temporada de lluvias, por lo que recibieron innumerables daños. Molesto por el contenido del discurso, Osorio hizo comparecer ante él a 9DOFiUFHO SDUD TXH OH H[SOLFDVH SRU TXp OR KDEtD HVFULWR /R UHGDFWy OH GLMR FRQ la sola intención de servir al rey, como otros muchos que le habían sido en- viados para pedirle mucha cautela a la hora de proceder a las Devastaciones y que no hubiera pérdidas irreparables a causa de la precipitación y ligereza con que se pensaba llevarlas a cabo. Si no le había entregado al gobernador una copia del discurso fue porque este se hallaba fuera de la ciudad. Desconocía OD H[LVWHQFLD GHO EDQGR TXH SURKLEtD KDEODU VREUH ODV GHVSREODFLRQHV \D TXH vivía solo en una casa situada frente a la capilla de la Soledad del convento de los mercedarios y apartada de los sitios públicos. Sus únicos vecinos eran un ollero y unas mujeres que criaban gallinas. Quienes sabían de su discurso eran el oidor Manso de Contreras, cuya residencia solía visitar, el médico Robles, el maestro de escuela Clavijo y el dominico Antonio de Ávila, hermano del fallecido arzobispo Dávila y Padilla. Ignoramos si Osorio tomó alguna medida punitiva contra Valcárcel, tal como hizo con los oidores Manso de Contreras y Mejía de Villalobos, dos de los más tenaces opositores de las Devastaciones. El pliego de cargos contra ellos está lleno de acusaciones, referidas unas a sus actuaciones como jueces y otras a sus escandalosas vidas privadas. Ambos habían desacatado las órdenes dadas por el monarca respecto a las despoblaciones y se habían empeñado en
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MzI0Njc3