Historia General del Pueblo Dominicano Tomo II
Historia general del pueblo dominicano 735 FDSLOODV WDPELpQ SULYDGDV SURSLDV GH LQVWLWXFLRQHV EHQpÀFDV FRPR HO \D FLWD - do hospital de San Andrés, el de San Nicolás de Bari y el ya referido leproco- mio u hospital de San Lázaro. Solo en el caso de la capilla de Nuestra Señora de los Remedios se trataba de un pequeño templo doméstico del mayorazgo de los Dávila. 71 %DMR MXULVGLFFLyQ GH XQD SDUURTXLD H[LVWLHURQ WDPELpQ D SDUWLU GHO VLJOR XVIII un buen número de ermitas o capillas, incluso hasta bien entrado en siglo XX . Así ocurría, por citar un ejemplo, en la parroquia de San Felipe (Puerto Plata) que, desde mediados del siglo XIX , contaba con trece ermitas rurales (Altamira, Rincón, Blanco o Luperón, Los Cafés, Yásica, Yaroa, Jamao, La Catalina, Bajabonico o Imbert, La Ermita, Pedro García —dependiente de La Altagracia de Santiago—, y dos en Gaspar Hernández). 72 Otro tanto sucedía aún a princi- pios de agosto de 1936 en Dajabón que, según el informe del primer misionero jesuita, P. Felipe Gallego, contaba con ocho ermitas (Santiago de la Cruz, Loma de Cabrera, Restauración, Capotillo, Copey, Partido, Cruz de Cabrera y Los Compos), en su mayor parte donación de un vecino pudiente. 73 /D UD]yQ HVWDED DQWH WRGR HQ ODV GLÀFXOWDGHV HQ HO WUDQVSRUWH \ OD GLVWDQFLD TXH H[LVWtD HQWUH ORV SREODGRV \ ORV OXJDUHV ©RÀFLDOHVª GH FXOWR RUGLQDULDPHQ - te en ciudades más pobladas, que trajo como consecuencia el establecimiento de esas capillas rurales, por parte de algunas personas devotas o por sus- cripción de la comunidad, que por lo menos sirvieran de punto de reunión, aunque solo fuera para la oración en común. Solo la presencia esporádica de algunos sacerdotes —el P. Rafael Castellanos fue un ejemplo, entre varios, de esto último—, mantuvo a esas pequeñas comunidades, incluso entrado el siglo XX XQLGDV D OD ,JOHVLD RÀFLDO DXQTXH QR VLHPSUH FRQWDVHQ FRQ VX aprobación ni mucho menos su erección canónica. Por la misma razón, como ©SDWURQRVª R ©SDWURQDVª GH HVDV FDSLOODV QR VLHPSUH ÀJXUDEDQ DGYRFDFLRQHV marianas reconocidas, una vez que la piedad popular siguió su propio patrón de comportamiento, y no era preciso el reconocimiento romano para dar cul- to a sus devociones, sin llegar nunca al culto a héroes cuasi mitológicos, tan propios de las oraciones populares. Considerando que la misa se celebró en latín hasta bien entrado el siglo XX , y solo el sermón u homilía era en castellano, aunque con frecuencia muy alejado del habla común, el paralelismo que surgiría mucho más adelante HQWUH HO FXOWR \ OD RUDFLyQ RÀFLDO URPDQD \ ODV IRUPDV SRSXODUHV QR LUtD PiV allá, por lo pronto, de la adaptación que hizo el pueblo de las oraciones y cánticos de la Iglesia católica. El más común, como nos recordaba Carlos E. 'HLYH HUD ©OD PDJQtÀFDª YHUVLyQ EiVLFDPHQWH RUDO GHO FRQRFLGR FiQWLFR OD - WLQR ©0DJQLÀFDW DQLPD PHD 'RPLQHª /XF 74 De igual modo, ya en el
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