Historia General del Pueblo Dominicano Tomo II

Historia general del pueblo dominicano 59 La noticia de la inminente reducción de las despoblaciones señaladas en las cédulas reales produjo la natural consternación entre los vecinos de la isla, lo que no impidió que los rescates prosiguieran incluso con mayor intensidad TXH DQWHV GRFHQDV GH QDYtRV H[WUDQMHURV VH DIDQDEDQ GLDULDPHQWH HQ OOHQDU sus bodegas de cueros, guayacán, cañafístola y jengibre. No solo se comercia- ba ilegal y descaradamente en la banda norte, sino también en Nizao, Ocoa y Las Salinas. Los habitantes de esos sitios, creyendo que las despoblaciones ocurrirían muy pronto, mataban miles y miles de cabezas de ganado estimu- lados por los mercaderes de la ciudad de Santo Domingo, quienes les com- SUDEDQ ODV PHUFDQFtDV UHVFDWDGDV SDUD UHYHQGHUODV FRQ EHQHÀFLRV GH KDVWD HO doscientos por ciento. Tan notorias eran esas matanzas que las autoridades coloniales envia- ron a cuatro jueces de comisión para reprimirlas. Uno de ellos, Manso de Contreras, se jactó de haber ahorcado a dos rescatadores y de tener a mu- FKRV RWURV SUHVRV ©TXH HQ FLQFXHQWD DxRV QR VH KD KHFKR VHPHMDQWH FDVWLJRª (QWUH ORV FRQGHQDGRV SRU HO RLGRU ÀJXUDURQ 'RPLQJR GH ,OOHVFDV PRUHQR libre, sentenciado a la pena de muerte, pérdida de sus bienes y 30 días de salario, para cuyo pago tuvo que vender en pública subasta 4 esclavos; Pedro González, purgador de azúcar, a un año de destierro y 20 ducados de multa; e Isidro Martín, a seis días de sueldo. Manso de Contreras mandó además pregonar en las calles y plazas de Neiba, Azua y San Juan que los dueños de ORV KDWRV H[LVWHQWHV HQ HVDV MXULVGLFFLRQHV GHEtDQ HPSOHDU HQ HOORV SHUVRQDV GH FRQÀDQ]D TXH HVWRUEDVHQ ORV UHVFDWHV \ GHQXQFLDVHQ D VXV DXWRUHV VR SHQD GH ser considerados cómplices de los contrabandistas. 15 L A OPOSICIÓN DE LOS CABILDOS Osorio no tenía por qué pedir el parecer de la Audiencia sobre la perti- nencia de ejecutar o suspender las despoblaciones a causa de la muerte del ar- zobispo, ya que el rey había ordenado a sus miembros que no se inmiscuyesen en ellas. Si lo hizo fue, quizás, para que su decisión contase con la anuencia de ORV RLGRUHV \ GHO ÀVFDO \ QR VH SHQVDVH TXH DFWXDED GHVSyWLFDPHQWH Llama la atención, por otra parte, que Manso de Contreras, a quien una de las Cédulas había encomendado, ya a él o a Núñez de Toledo, efectuar las despoblaciones, se hubiese opuesto a ellas. Esa actitud podría obedecer, de VHU FLHUWR OR DÀUPDGR SRU 8WUHUD FRQ HO LQFXPSOLPLHQWR GH OD SURPHVD GHO

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