Historia General del Pueblo Dominicano Tomo II
Historia general del pueblo dominicano 55 El edicto no surtió ningún efecto, pues como el prelado admitió tiempo después todo seguía igual. Las amenazas de condenación eterna tenían sin cuidado a los vecinos de la banda norte, a quienes falsos profetas aseguraban TXH SRGtDQ ©UHGLPLU VX YHMDFLyQ \ TXH OD QHFHVLGDG FDUHFH GH OH\ª 6L OD MXV - ticia eclesiástica resultaba inoperante, otro tanto sucedía con la seglar, cuyas autoridades abusaban de los rescatadores apoderándose de sus bienes con el SUHWH[WR GH TXH KDEtDQ VLGR PDO DGTXLULGRV La corrección del mal no estaba en la imposición de castigos divinos o humanos. El problema, según supo entenderlo perspicazmente Dávila y Padilla, era de índole económica y residía en el monopolio ejercido por el Consulado y la Casa de Contratación de Sevilla. Cortar de raíz los rescates se conseguiría ordenando el rey que navíos mercantes fuesen en derechura de Sevilla a Puerto Plata o Bayajá para que los vecinos de la banda norte car- gasen en esos puertos sus frutos y cueros siempre que una armadilla o dos galeras protegiesen la costa, impidiendo que los barcos cayesen en manos del enemigo, así como conceder a las poblaciones comercio libre como lo tenían HQ 6DQO~FDU \ HQ ODV LVODV &DQDULDV ODV QDFLRQHV H[WUDQMHUDV $O DU]RELVSR QR VH le escapaba que esa licencia no gustaría a los dos mercaderes sevillanos, que HUDQ ORV ~QLFRV HQ EHQHÀFLDUVH GHO PRQRSROLR SHUR SRU HQFLPD GH HOORV HVWDED el bien del reino y de la Iglesia. 12 Un año después de que Dávila y Padilla comunicase al monarca su par de remedios Antonio Osorio se hizo cargo de la gobernación de Santo Domingo. Aunque la despoblación de la banda norte ya había sido decidida, Osorio desembarcó en la isla sin saber de ella, lo que obliga a sospechar, como indica Utrera, que las órdenes para llevarla a efecto fueron pospuestas o pasaron al plano de la rutina burocrática. Tendría que esperarse a que el Conde de Lemos entrase en posesión de la presidencia del Consejo de Indias para que se dieran. Entretanto, los rescates continuaban ininterrumpidamente, pese a que las actuaciones del visitador Varela habían dejado sus secuelas. En toda la colonia había casi 200 rescatadores condenados, la mayoría de ellos en rebeldía, quie- nes se hallaban prófugos y causaban graves daños en las haciendas circunve- cinas a los lugares donde se escondían. En 1598, el anterior gobernador, Diego Osorio, deseando reducirlos a la obediencia, había concertado con ellos un perdón general y el sobreseimiento de sus causas a cambio de la construcción GH GRV IXHUWHV D VXV H[SHQVDV XQR HQ %D\DMi \ RWUR SUy[LPR D OD RULOOD RULHQWDO de la desembocadura del río Ozama. De todos ellos, solo Alonso de Cáceres Carvajal, condenado en defecto por Valera a una multa de 15,000 pesos y tres años de servicio en Orán, se había obligado formalmente a cumplir con el
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