Historia General del Pueblo Dominicano Tomo II

54 /DV 'HYDVWDFLRQHV GH \ de Córdoba. Enterado de esa decisión, el memorialista informó al Consejo TXH HVD PHGLGD GH QDGD YDOGUtD /R UHDOPHQWH HIHFWLYR HQIDWL]y SDUD H[WLU - par el contrabando era la adopción de los remedios que había propuesto. Las Cédulas que ordenaban la despoblación de la banda norte tardarán dos años más en ser emitidas, pero López de Castro fue recompensado el 25 de febrero de 1602 con la restitución del cargo de escribano de la Audiencia de Santo Domingo por haber ofrecido la solución a los rescates. En 1597, el Consejo de Indias había estudiado la posibilidad de des- poblar los puertos orientales de Cuba, cuyas villas se hallaban también inmersas en los rescates. Una disposición real de 13 de mayo de 1600 había ordenado al gobernador de Santo Domingo que le informase si se debía re- ducir la población de Baracoa. Ese y otros asentamientos urbanos de la veci- na isla estaban entregados de lleno al contrabando de mercancías porque la Corona había quitado de ellos a los tenientes de gobernadores y los alcaldes ordinarios eran todos venales y corruptos. Meses atrás, los habitantes de Baracoa habían atacado a un cabo y 8 soldados enviados allí para perseguir a los rescatadores. Mientras López de Castro cabildeaba en la corte la aceptación de sus arbi- trios, varios navíos ingleses dirigidos por el portugués Antonio de Lima llega- ron a Puerto Plata en marzo de 1600, entrando a sangre y fuego en la ciudad y matando a varios de sus defensores, entre ellos el alférez Manuel López. Los corsarios saquearon la fortaleza y numerosas haciendas de los alrededores. Dos meses después de ese suceso arribó a Santo Domingo el arzobispo PH[LFDQR IUD\ $JXVWtQ 'iYLOD \ 3DGLOOD SUHGLFDGRU GH )HOLSH ,,, \ SHUVRQD de ideas avanzadas. Una de sus primeras providencias fue recabar noticias ÀGHGLJQDV GHO HVWDGR HVSLULWXDO GH VX JUH\ SDUD OR FXDO HQYLy HQ YLVLWD RÀFLDO de la diócesis al deán de la Catedral, Nicolás de Añasco, quien a su paso por ORV SXHEORV FRQÀVFy %LEOLDV HQ URPDQFH JORVDGDV FRQIRUPH D OD VHFWD GH /XWHUR \ RWURV KHUHMHV TXH ODV WUDtDQ ORV H[WUDQMHURV TXH YHQtDQ D UHVFDWDU VLQ licencia de Su Majestad y con aquella traza de las Biblias y otros libros debían de querer introducir sus errores en la isla. Escandalizado por esos incautamientos, el arzobispo mandó quemar las Biblias en la plaza pública de la capital y declaró a los rescatadores incursos HQ VHQWHQFLD GH H[FRPXQLyQ HVSHFLDOPHQWH SRU OD EXOD ([WUDYDJDQWH GHO SDSD Clemente V que no solo prohibía portar armas, sino adquirir todo tipo de PHUFDGHUtDV D ORV LQÀHOHV /XHJR 'iYLOD \ 3DGLOOD GLR D FRQRFHU XQ HGLFWR PH - diante el cual se reservaba la absolución de los rescatadores, advirtiéndoles que quienes no la procurasen en el término de un año serían apresados como sospechosos en la fe y procedería contra ellos como inquisidor ordinario.

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