Historia General del Pueblo Dominicano Tomo II

28 /DV 'HYDVWDFLRQHV GH \ del mare claustrum HPSH]DURQ D DWDFDUOD SRU HO ÁDQFR PiV YXOQHUDEOH ODV FRORQLDV LQGLDQDV &RQ HVD ÀQDOLGDG DFXGLHURQ DO FRUVR \ D OD SLUDWHUtD GRV vocablos que se acostumbra a emplear como sinónimos pero que tienen dis- tintas acepciones. Los corsarios poseían una patente de sus gobiernos para perseguir y saquear los navíos contrarios a ellos. En cambio, los piratas actua- ban libremente, sin sujeción a leyes ni monarcas pero con la tácita anuencia de estos. La fugaz unión, por razones matrimoniales, de España e Inglaterra, se rompió en 1558 al subir al trono Isabel I, furibundamente anticatólica. Su es- trategia consistió en ayudar a los insurrectos de las Provincias Unidas para mantener en jaque a Felipe II en el continente europeo y cortar las comunica- ciones españolas con las colonias americanas. La reina inglesa sabía que sin el control de la navegación marítima, España estaría incapacitada para man- tener bajo su dominio todos los territorios del Nuevo Mundo. La rebelión de los Países Bajos no revistió gravedad hasta que ingleses y holandeses aunaron sus fuerzas en el Atlántico. Mientras Felipe II y la reina inglesa pugnaban por ejercer la hegemonía en Europa, las andanzas de los corsarios continuaron haciendo estragos en la isla de Santo Domingo. Uno de ellos acometió en 1552 en la Mona a una urca HQ OD TXH YLDMDEDQ YDULDV DXWRULGDGHV GHVWLQDGDV DO YLUUHLQDWR GH 0p[LFR 2WUR quemó en Monte Cristi cuatro embarcaciones, apoderándose de 9,000 cueros. De cuando en cuando, el gobierno colonial organizaba una pequeña armada para repeler esos ataques, pero los hombres que la componían rehusaban ale- jarse más de 30 o 40 millas de la costa. La Audiencia creía que con esa armada GHVDSDUHFHUtDQ ORV FRUVDULRV GH OD 0RQD \ OD 6DRQD (VWRV SUHÀULHURQ WRPDU otro derrotero por Puerto Plata y Puerto Real, donde se habían hecho dueños y señores de esa banda. 1 Ese desvío no lo causaba, como suponía la Audiencia, el temor a la arma- da, sino el creciente desarrollo del comercio ilegal en el occidente de la isla. Enclavadas en puertos de primer orden muy alejados de la capital, las villas indicadas, así como La Yaguana, Monte Cristi y luego Bayajá serán, en los años venideros, los principales centros de contrabando. El comercio ilegal se efectuaba independientemente de las violencias ejercidas por muchos corsarios, quienes a menudo entraban a saco en los puertos de la banda norte. En 1553, el francés François Le Clerc, llamado Jambe de Bois por sus conciudadanos y Pie de Palo por los españoles, sembró el terror en las pequeñas islas Saona y Mona, el río Soco y las costas de Azua y La Yaguana, población esta que incendió, robando bienes por valor de más

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