Historia General del Pueblo Dominicano Tomo II

18 3DODEUDV SUHOLPLQDUHV )UDQoRLV ;DYLHU GH &KDUOHYRL[ 3DUtV HO VDFHUGRWH FULROOR $QWRQLR Sánchez Valverde (Madrid, 1785) y el ilustrado criollo de Martinica Médéric Louis Élie Moreau de Saint-Méry (Philadelphia, 1796). Se agregó la Historia de 6DQWR 'RPLQJR , del emigrado Antonio Del Monte y Tejada (primer tomo, La Habana, 1852). Contados ejemplares de esos libros llegaron al país. Para que estas obras estuvieran al alcance de un público amplio, habría que esperar, HQ OR IXQGDPHQWDO D UHHGLFLRQHV D SDUWLU GH ÀQDOHV GHO VLJOR XIX . Mientras tanto, no se agregaban informaciones adicionales, al grado de que el historia- dor nacional José Gabriel García, en su magna obra, pudo aportar poco a lo acontecido antes del Tratado de Basilea, en contraste con la riqueza de datos TXH H[KLEH SDUD ORV SHUtRGRV VLJXLHQWHV Tal panorama empezó a variar con la edición creciente de nuevos mate- riales. Todavía el rescate de documentos de familias de abolengo por Emiliano Tejera, a inicios del siglo XX , fue algo aislado. Américo Lugo copió a mano documentos de esos períodos en archivos españoles y franceses, gracias a los cuales preparó algunas obras. Su colección de libretas comenzó a publicarse en el %ROHWtQ GHO $UFKLYR *HQHUDO GH OD 1DFLyQ D ÀQDOHV GH OD GpFDGD GH 8QD GpFDGD DQWHV 0i[LPR &RLVFRX +HQUtTXH] SXEOLFy FLQFR WRPRV GH GR - cumentos del Archivo General de Indias, buena parte de ellos relativos a los siglos XVIII y XIX . Fray Cipriano de Utrera desde esos años comenzó a consultar volúmenes enormes de documentos coloniales, que le permitieron componer sus eruditos estudios. Ya después de 1950 Joaquín Marino Incháustegui formó una importante colección de transcripciones, de las cuales provino la serie de 5HDOHV & édulas y FRUUHVSRQGHQFLD GH JREHUQDGRUHV GH 6DQWR 'RPLQJR con abundante material pro- veniente de la primera mitad del siglo XVII . Por la misma época César Herrera KL]R FRSLDV GH PXOWLWXG GH OHJDMRV \ H[SHGLHQWHV HQ HO $UFKLYR *HQHUDO GH Indias y en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, hoy conservadas en el Archivo General de la Nación. En aquella época, la generalidad de estas documentaciones no se hallaban al alcance de otros investigadores. Vino a ser desde la década de 1940 que se comenzó a ampliar el margen de lo conocido sobre los dos siglos, gracias a la edición de importantes fuentes. Entre ellas sobresalen las contenidas en las 5HODFLRQHV KLVWyULFDV GH 6DQWR'RPLQJR de Emilio Rodríguez Demorizi, cuyo primer tomo apareció en 1942. Ahí, por ejemplo, se encuentra el censo ordenado por el gobernador Antonio Osorio en 1606 o la capital Relación de Luis Gerónimo de Alcocer, redactada hacia 1650. Años después se hizo una reedición anotada por Fray Cipriano de Utrera de la obra de Sánchez Valverde. Por entonces, el mismo Utrera continuaba reali- zando investigaciones en el Archivo General de Indias, gracias a las cuales vio

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